En un sueño
de esperanza, se embarcó mi mente llevándome a una ciudad donde se iba a
producir nuestro primer encuentro.
Esperándola
en un salón que alguien lo había decorado con sillones de pana dorada, el
corazón me latía con fuerza, por el deseo de verla, los minutos que pasaban,
eran eternos
Mis
pensamientos iban y venían por un torbellino de emociones mientras en mis
manos, un vaso de whisky, trataba de calmar mi ansiedad.
Un espejo,
que atrapaba mi imagen me mostraba, esa inquietud que mi cara reflejaba, de
repente oí una voz, era una bella mujer que con el conserje hablaba, será ella,
me pregunte?
Se acercó y
fascinado por su presencia, me dijo soy tu Esperanza sentí que el amor envuelto
en su fragancia se hacía presente, para cautivarme el alma.
Nos dimos un
beso como dos amantes que cruzando las distancias abrían las puertas de su
vida.
Y
sentándonos en uno de los sillones de pana, creí que estaba sobre las arenas
doradas del mar, cuando nuestros brazos como alas de aves marinas se unían,
para emprender su vuelo hacia un nuevo horizonte.
Sus ojos en
comunión con los míos alertaban todos nuestros sentidos….e hipnotizados íbamos
en una barca de mimos acariciándonos con brisas de suspiros
Aguardando
que el alma iluminara los umbrales del corazón, para que el deseo de nuestro
ser, llamara a los gladiadores del amor para encender la llama ardiente de
nuestros besos
Y en esa
exaltación, llenos de ilusiones y fe aferramos nuestros cuerpos, como dos
náufragos en el mar.
Dulcemente
acaricie sus sienes y deslizando sobre sus hombros, el largo de su cabello, en
su boca encadené mis labios.
Y en la
suave marea de los besos, empezó nuestro desvarío a embriagar la cordura, que
errante iba por la vida con la sed que tiene el amor de un peregrino
Su cuerpo y
el mío al unísono vibraban y en el eco agitado de nuestros latidos, nuestras
almas en la noche se amarraron.
Y en el
despertar, pude comprender, porque la rosa guarda en sus pétalos, el llanto del
rocío
Eduardo
Nieto Mujica